Tánger, es una ciudad a caballo entre el mediterráneo y el atlantico, ofrece un enorme legado cultural e histórico.
Tras un viaje relajado de unas cuantas horas, llego a Tánger en tren desde Fez, lo primero que veo es su magnifica estación de tren, que aunque ya es bonita, le están haciendo una remodelación y ampliándola, a su alrededor grandes edificios en los que se ubican grandes hoteles, centros comerciales y centros de negocios, aun así, el entorno es bonito.
Esta ciudad bañada por el mar, conocida como la puerta de África, fue y en cierta medida sigue siendo, refugio de artistas internacionales, quizás por su cercanía al continente europeo, tan solo 14 kilometros desde Tarifa, quizás por su mezcla de culturas, que han hecho de Tánger una ciudad libertina y encantadora, la más internacional de todo Marruecos.
Tras unos minutos de toma de contacto con el entorno, me dirigo hacia mi alojamiento, situado en la vieja mediana, durante el trayecto, no puedo dejar de asombrarme con todo lo que me rodea, un gran paseo marítimo, la gran arteria de la ciudad, bajo el cual se están terminando las obras de un enorme aparcamiento subterráneo, con ascensores recubiertos de cristal que emergen del asfalto, la hermosa y larguísima playa, casi 17 kilometros, a solo 40 metros de la avenida, zonas verdes, preciosos edificios, bares, restaurantes y todo lo que una gran ciudad moderna necesita para conquistar a culaquiera.
Con el brillante azul del mediterráneo como fondo llego a la vieja medina, compuesta de viejos edificios apelotonados y que parecen estar unos encima de otros, al entrar te sumerges en otro mundo, viajas al pasado y te encuentras con el verdadero Marruecos, justamente lo que voy buscando.
Nada más entrar hay un olor que resalta sobre el resto, me embriaga, me acompaña un buen rato, mi olfato me hace seguir el rastro de ese delicioso perfume, buscando entre callejuelas, al final, despues de un tiempo me doy de cara con un obrador, en medio de la calle, se esta haciendo un riquísimo pan, en Marruecos es muy habitual que el pan se haga en las casas incluso en obradores improvisados en la calle.
Después de probar el delicioso pan, llego a mi alojamiento, dejo las cosas y me voy a dar una vuelta por la medina.
Me cruzo con mucha gente, vendedores, compradores, niños, mujeres, hombres… todos inmersos en sus quehaceres diarios, solo interrumpidos por el objetivo de mi cámara, durante un instante me miran, pero después siguen a lo suyo, sin darme más importancia.
En Tánger los perfumes, los colores, el tacto, los ruidos no te dejan indiferente. Te llaman a abrir bien los ojos, a extender la mano, a tocar, a escuchar atentamente, a inspirar profundo y dejarte arrastrar por las sensaciones.
Disfruta de tu visita a Tánger y recuerda…
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